1.28.2011

especial



El 2010 fue un buen año para el cine. No sé si esto se deba más a un cambio en mi apreciación del séptimo arte por razones personales, al haberme involucrado en varios niveles en la realización de algunos proyectos de pequeñísima escala en las ligas amateur y haberme dado cuenta de lo difícil, pero siempre emocionante, que resulta el reto de crear una historia, un puñado de personajes, un contexto en donde ubicarlos y lo más difícil aún que resulta intentar darles vida a esas creaciones mediante un proceso complejo y extremadamente colaborativo. El año pasado habrá sido quizás el año en el que más cine he visto en mi vida. Y probablemente, en el que más filmes he gustado.

Me resulta interesante la mezcla de filmes a los que fui llegando desde que comencé a formular esta lista. Entiendo lo mucho que tienen que ver con mis inquietudes del presente y lo mucho que las inquietudes de los realizadores actuales tienen que ver con el estado del mundo hoy en día. Dos comentadísimas cintas sobre el fenómeno Facebook, una oda a la familia desde los rincones de un hogar homosexual, un par de dramas románticos muy contemporáneos sobre la complejidad de las relaciones en una era donde el sexo débil ya es tan solo un mito, un puñado de historias humanas contadas desde las mismas entrañas del mundo del crimen, un documental en la guerra, una cinta animada sobre las guerras que podríamos ahorrarnos...

Reitero: el 2010 nos dió mucho buen cine. Aquí mi pequeño homenaje a lo más destacado­­– para bien y para mal– en el que por primera vez me he permitido la gringada, ante el exceso de buenos trabajos, de empatar dos cintas– cuya asociación tiene sentido según mi propia lógica– en un mismo renglón:




He aquí una dupla de cintas de sencilla naturaleza que, además de tener en común su origen sudamericano y sus producciones mínimas (o en el caso de La Nana, ínfima), nos ofrecen finos retratos de personajes femeninos que se aferran con particular ahínco a sus heredados limbos afectivos. Ambos filmes –parte retrato de un contexto (en el que resalta en común el conflicto de clases) y parte diagrama de una psique– se enriquecen al sumergirse con detalle a sus particulares universos: un barrio popular peruano y una casa de los suburbios chilenos, respectivamente. Los autores, empáticos, sitúan a sus complejos personajes principales, que manifiestan sus demandas de amor de las maneras más extrañas y silenciosas, junto a otros con la paciencia y sensibilidad necesarias para, por lo menos, entenderlas. Es en este choque de bondades y reticencias en el que sus cintas parecen encontrar su significado. No hay nobleza que no sea capaz de disolver el temor y ablandar la dureza. No hay dolor que se aleje mientras se le retenga. Y el progreso metódicamente observado que nos regalan es sublime. Nos encontramos ante obras extraordinarias y maduras de una racha de jóvenes autores, Claudia Llosa y Sebastián Silva, quienes sin necesidad de volteretas narrativas ni efectismos se atreven a mirar con ojo sensible y microscópico al imponente y poco explorado mundo de lo ordinario, ese velado espacio de la ficción desprovisto de asesinatos, mercenarios de los sueños y naves voladoras. Y, hay qué decirlo, menudos viajes nos han regalado. (Perú/Chile)

A primera vista, el quinto filme de Darren Aronofsky constituye una crónica del descenso a la psicosis de la perfeccionista y virginal bailarina Nina Seyers (Natalie Portman en una indeleble interpretación). Una segunda y mucho más satisfactoria lectura la convierte en un tratado sobre los costes emocionales del breakthrough. O en otras palabras, el acto de malabarismo entre salud mental y locura que le dedica el artista a su arte. Independientemente de la interpretación que cada quién opte por darle, lo cierto es que Aronofsky ha creado una cinta hipnótica y envolvente, brillante en su forma y atrevida en su confección, recuperando pedazos de géneros comúnmente menospreciados– el horror serie b y el melodrama telenovelesco– y puliéndolos al nivel de obra de arte. Destaca su elenco, que ya muchos laureles ha merecido (y donde sobresale, además de Portman, una magnética Mila Kunis), así como sus colaboradores ocasionales, especialmente Matthew Libatique y su vertiginosa cámara –que rodea y acorrala a la protagonista como su propia locura– y Clint Mansell –cuya música juega y se regodea con los protocolos del ballet clásico y envuelve con gracia a un explosivo diseño de sonido. Lo que distingue a Black Swan, y la perfila desde ya como cinta de culto, es su cualidad de festín sensorial, la experiencia apasionante y catártica que le ofrece a su espectador. Cierto es que las decisiones del director, tan tendiente a sacrificar sobriedad en pos de brío, no son para todos los gustos y pueden incluso dificultar la asimilación de éste trabajo. Con todo, el poder de permanencia de sus imágenes es innegable. Su cinta es tan solo un sanguinario (y muy entretenido) parafraseo de aquella frase de Truman Capote (ya inmortalizada alguna vez a manera de diálogo fílmico por Almodóvar) que nos dice: "cuando Dios le da a uno un don, también le da un látigo". Esto mientras, de paso, logra que Tchaikovsky suene tan electrizante como el propio rock and roll. (Estados Unidos)



El universo indie norteamericano este año nos regaló dos comedias sencillas, humanas y estupendamente logradas. Ambas escritas y dirigidas por mujeres con visiones frescas, honestas y sin compromisos:

Please Give, de Nicole Holofcener, se centra en una puñado de neoyorkinos que gravitan en torno a una pareja de vendedores de antigüedades. Más que trama, lo que Holofcener nos presenta son personajes perfectamente orquestados que deambulan en la pantalla, enfrentándose unos a otros, y revelando de paso los muchos complejos del ente urbano de hoy en día. Llama la atención la exploración, ya no del capitalismo (a Holofcener no parece interesarle la política), sino de la culpa capitalista que parece colmar a quienes, en el espectro de la desigualdad de clases, se ubican hacia el extremo del privilegio (un complejo del que, parece proponer la directora, podrían provenir los impulsos filantrópicos). El tema del filme podría ser, sencillamente, el dinero y lo éste que hace en los que lo tienen y en los que no y las maneras tan extrañas en las que afecta las dinámicas humanas. No es una cinta aleccionadora. No tiene intenciones revolucionarias. Es tan solo un análisis incisivo, oportuno y divertido. Y muy real.

The Kids Are All Right, de Lisa Cholodenko, nos invita a ser cómplices del desequilibrio que dos hijos adolescentes provocan cuando deciden añadir a la ecuación familiar al otrora desconocido donador al que sus madres lesbianas recurrieron, por medio de un banco de esperma, para concebirlos. Es notable lo que Cholodenko logra con una anécdota tan simple y, podría decirse, tan sitcom ready. Su cinta es a la vez comedia sexual, drama romántico, comedia de enredos y drama familiar (y se me puede escapar alguna otra definición). Y funciona en todos sus niveles al enfocarse detalladamente en sus personajes. Curioso es que un homenaje tan cándido y sincero a la familia, como célula proveedora de conflicto y amor por excelencia, provenga de una obra que retrata a un clan tan aparentemente poco común. Ver este filme en el cine fue uno de los highlights de mi año. Además de provocar numerosas carcajadas y uno que otro sollozo, la experiencia culminó, en cuanto los créditos rodaron por la pantalla (acompañados de una perfectamente situada 'The Youth'), con los entusiastas aplausos de un sonriente y satisfecho público que –sorprendido– esperaba una simple comedia y obtuvo a cambio la grata (y siempre extraña) experiencia de atestiguar uno de esos filmes tan completos que le provocan a uno ganas de aplaudir. (Estados Unidos)



¿Qué es arte? Quienes nos lo hemos preguntado quizás encontremos más preguntas que respuestas en este interesante y entretenidísimo documental, que podría (o no) ser obra del conocido artista urbano Banksy. Dudas de autoría y autenticidad aparte, y sin ningún afán de participar en su debate, agradezco enormemente el retrato –fresco y vibrante– que este filme realiza sobre el fascinante mundo del arte urbano, a través de los testimonios de algunos de sus presuntos involucrados. Pero más allá de tratarse de un simple documento sobre el tema, Exit Trought the Gift Shop se convierte, sin previo aviso, en una exquisita sátira sobre las altas esferas del comercio del arte, al situar a su protagonista, el excéntrico y obsesivo francés Thierry Guetta (y su alter-ego Mr. Brainwash) en un contexto vasto y derivativo, en el que la línea que divide el talento de la ocurrencia, la relevancia de la omnipresencia, se percibe cada vez más difusa. Al final, parece que la verdadera intención la cinta es documentar la penosa caída del arte urbano –otrora válvula de escape de manifiestos contra el establishment­– al club de comodidades y divertimentos del ocioso quehacer burgués. Pocas imágenes más indicativas del paradójico mundo en el que vivimos que aquella sala de subastas, repleta de adinerados postores, en pugna por un pedazo de concreto –extraído de un espacio público– con un dibujo subversivo. El mundo dice: guiño-guiño. (Inglaterra)



Joon-ho Bong nos regala otra muestra de su enorme capacidad para el malabar de géneros en este intenso y sorprendente retrato del muy frecuente y conocido fenómeno de la ‘Mamá Cuerva’. Hye-ja Kim, ofreciendo una de las actuaciones femeninas más impactantes que yo recuerde (¿dónde está su nominación al Oscar?), se adentra en el cuerpo y el alma de una madre dispuesta a cruzar cualquier límite con tal de demostrar la inocencia de su único hijo, intelectualmente desventajado y acusado del homicidio de una colegiala de dudosa reputación. Joon-ho, un talento mayúsculo si me preguntan, opta por un tono que oscila entre el drama, el thriller y la farsa, que en ciertos momentos parece burlarse, saludablemente, del potencial absurdo de su propia premisa: una raquítica madre jugando al detective. Sostenida por un conjunto de personajes exagerados pero extrañamente creibles, la cinta crece a cada instante y desemboca en un final impactante e imborrable, un himno de oscurísimas notas a las capacidades de sacrificio y sufrimiento de una madre. Toda una cátedra de cómo realizar un filme a la vez entretenido y desconcertante, único pero accesible, enternecedor y escalofriante. (Corea del Sur)



El amor en sus mejores y peores momentos y la complicidad de lo uno y lo otro, eso es lo que este par de cineastas —Derek Cianfrance y Birgit Minichmayr— han logrado captar con unas obras plenas del gozo y el sufrimiento que solo dos amantes son capaces de infligirse el uno al otro. Quizás sea esto lo único –que no es poca cosa– que asemeja a ambos trabajos. Everyone Else opta por un lenguaje naturalista y gentil. Blue Valentine es mucho más exacerbada e incluso un tanto sórdida. Y sin embargo, ambas se acompañan en ese afán de diseccionar lo que une y separa a las personas que se aman. Y parecen proponer: es la misma cosa. (Estados Unidos/Alemania)



Creo que es la primera vez que incluyo crime dramas en mis listas de lo mejor de año. No es precisamente mi género favorito. El crimen organizado es probablemente una de las formas de vida que menos interés natural me provocan. Y sin embargo estos filmes, que no son mas que historias de autodescubrimiento –ambos con personajes masculinos jóvenes que por azares del destino, y no precisamente por su voluntad, se ven obligados a iniciarse en la vida criminal– me dejaron perplejo. Éstas son cintas en las que la complejidad de los tejemanejes del crimen –con sus requeridas traiciones, sanguinolentas asignaturas e inesperadas complicidades– nunca supera a la de esos personajes que deciden ejercerlo para vivir —o como en el caso de sus protagonistas, para sobrevivir— y describen pasajes oscuros, apasionantes y cardiacos sobre los más peligrosos rincones de la jungla humana. En algún lugar de Nueva York, Martin Scorsese se encuentra sumamente complacido. O sumamente celoso. (Francia/Australia)

Un bello sueño febril más de Jean-Pierre Jeunet, quien afortunadamente decidió abandonar sus delirios épicos para concentrarse, mucho más acertadamente, en su herencia slapstick. Jeunet hace una apuesta más por la justicia poética y todas esas cosas bonitas que nos quitan los noticieros pero reconocemos y hacemos propios de inmediato cuando los locos nos las traen de vuelta. Mic-macs es una humorística y cadenciosa declaración de guerra –conducida por un Danny Boon lleno de gracia y encanto, acompañado de un elenco ídem– contra los frívolos y oscuros impulsos humanos­ –de dominio, de lujo, de competencia– que parecen tener la batuta del mundo en estos días. Un alegato lleno de gozo a favor del ingenio y la verdad. La vida real tal vez no es como Jeunet la pinta. Pero para cuando su filme termina, y por un largo y merecido instante, al menos ante nuestros ojos, lo es. (Francia)



Tengo una relación afectivamente inestable con el trabajo de John Cameron Mitchell. Debo admitir que, hasta el momento, había valorado más sus intenciones que su obra. Frecuentemente me parece que Mitchell sacrifica a la lógica, y a sus personajes, en beneficio de su reiterativo y subrayado discurso. Siendo así el balance de sus logros, no sabía muy bien qué esperar de Rabbit Hole. Tremenda sorpresa me llevé. Además de estar desprovista de sus identificables tendencias, me apabulló la franqueza y frescura con las que el director ha retratado el tan recurrido y sobado escenario de los padres tratando de lidiar con el dolor de la pérdida de un hijo. Y no he mencionado el humor. Mitchell desaparece tras su efectiva lente y parece entregarle el spotlight a su historia, a sus personajes y a su estupendo grupo de actores. Nicole Kidman –que como mucho se ha mencionado ya, nos brinda la que quizá sea su mejor actuación a la fecha– interpreta a la endurecida Becca, desolada naturalmente por la pérdida de su hijo e incapaz de reconciliarse con la idea de un Dios que la permitiera. Aaron Eckhart y Diane Wiest brindan un excelente contrapeso, como su esposo y madre, respectivamente, quienes sufren, estoicos, sus propios duelos y los efectos secundarios de la furia contenida de Becca. La autoría de Mitchell, y los fans de sus trabajos iniciales estén tal vez en desacuerdo conmigo, nunca antes se sintió tan madura y certera. Cada detalle creativo, y en esta ocasión se trata realmente de detalles, contribuyen a un obra que conmueve e impacta con sus sutiles pero arrebatadores instantes de verdad. (Estados Unidos)




Recuerdo un episodio de The AV Talk donde sus colaboradores hablaban sobre las últimas cintas, que se estrenaban relativamente a la par, de dos consabidos maestros: Martin Scorsese y Roman Polanski. La conclusión –alimentada por el instinto gringo de convertir todo en enfrentamientos estadísticos (y que igual desinfló mis ya de por si pocas ganas de sentarme a ver un thriller político a la antigua usanza)– favorecía al trabajo de Scorsese (Shutter Island). Habiendo visto The Ghost Writer y considerándola una de las mejores experiencias que me regaló una cinta durante el año, entiendo fácilmente que sus aciertos sean pasados por alto (sobre todo si, innecesariamente, se le sitúa junto a una cinta de mucha más pulida y deslumbrante fachada). Lástima. Y es que no recuerdo la última vez que ví un thriller tan efectivo, oportuno y relevante. Con altas dosis de intriga y suspenso y acertadamente moderados instantes de acción, Polanski construye una cinta de ritmo impecable, que sorprende con su incesante y acumulativa construcción de tensión. Lo mejor de todo –además de ofrecernos un enredo harto divertido de desentramar­­– es su triste y poéticamente verosímil retrato de la figura del político como una ingenua (y patética) marioneta y su cínica versión de un héroe moderno, comprometido con la verdad pero indefenso ante las fuerzas que la ensombrecen y que, finalmente, cuentan con el poder para controlar –o eliminar– a ambos. El don del viejo Polanski –y tal vez también su gran tragedia– es lograr un trabajo tan certero que podría parecer fácil. Y es que, como se dice comúnmente, el mejor truco del diablo fué convencer a todos de que no existe. (Inglaterra)




THE FIGHTER (Estados Unidos). David O. Russell, haciendo pleno uso de la inventiva que le conocemos, dirige una cinta de boxeo cuyas peleas se desarrollan 15% sobre el ring, 85% en las cocinas y porches de sus personajes. Yo digo: gracias. Por eso y por el festín de actuaciones.

CATFISH (Estados Unidos). Más interesante que las excentricidades propias de los creadores de Facebook me resulta la posibilidad que el sitio le ha ofrecido al humano común de controlar lo que proyecta sobre él mismo. El plus de convertirnos, virtualmente, en una versión más cercana a lo que quisiéramos ser –una imagen idealizada de nosotros mismos– y no lo que realmente somos. Este documental, verdadero o no (y mucho más inteligente y meritorio de no serlo), pone el dedo en la dolorosa llaga que nos mantiene ligados a las famosas redes sociales. Y no, no son nuestros amigos.

MADEMOISELLE CHAMBON (Francia). Un poderoso romance adulto, sutil y elegante, extrañamente erótico y conmovedor. Solo los europeos pueden hacer esta clase de cine. La buena noticia: todos tenemos la posibilidad de apreciarlos.

THE ROAD (Estados Unidos). Rezagada desde el 2009 y vista por casi nadie. A mí me apabulló con su desolador relato postapocalíptico y sus atrevidas preguntas: ¿seriamos capaces de mantener viva nuestra esperanza si el mundo entero la perdiera? 

MONSTERS (Inglaterra). Drama romántico. Road trip. Película de monstrous gigantes. Alegato sobre inmigración. La ópera prima escrita, dirigida, producida y editada por Garreth Edwards –quien también se encargó de la creación de sus efectos especiales– desata mucho mayor suspenso, empatía y sentido del asombro que cualquier cosa que haya realizado Michael Bay con un presupuesto cien millones de veces mayor.

I AM LOVE (Italia). Exquisito melodrama familiar encumbrado por una impresionante Tilda Swinton y un director con una capacidad extraordinaria para retratar (y desatar) nuestros placeres sensoriales.

EL SECRETO DE SUS OJOS (Argentina). Parte thriller detectivesco, parte historia de amor, parte denuncia sociopolítica anacrónica. Uno de los filmes más puramente entretenidos –con el que probablemente sea el plano secuencia más espectacular– que ví durante el año.

LET ME IN (Estados Unidos). Un remake tan competente (y por instantes incluso un poco más) que la cinta original. Matt Reeves se atreve a abandonar sutilezas –y su estrategia funciona, salvo por algunas pequeñas excepciones– en una adaptación que decide enfocarse totalmente en la médula de su historia: la amistad entre una niña vampiro y un chico solitario.

FISH TANK (Inglaterra). Los anhelos y carencias de la clase trabajadora inglesa a través de los ojos de una adolescente con sueños de convertirse en bailarina. Hay algo extremadamente cercano e inmediato en la manera en la que su directora, Andrea Arnold, decidió filmar su historia. Lo que vemos en pantalla es gente común y real. No hay mayor cumplido.

THE SECRET OF KELLS (Irlanda). Sigo sin saber nada sobre mitología irlandesa después de verla pero este filme de animación tradicional es una de las experiencias visualmente más placenteras han existido en celuloide.

THE WHITE RIBBON (Alemania). El ascético intelectualismo de Michel Haneke le cae como anillo al dedo a este surreal e inquietante relato, hermosamente fotografiado, misterioso y evocador.

RESTREPO (Estados Unidos). La experiencia de la guerra traída a nosotros de la primera mano de un insólito grupo de documentalistas y un común pelotón norteamericano con la desdicha de ubicar sus deberes en el llamado ‘peor lugar de la tierra’.

SHUTTER ISLAND (Estados Unidos). Un ordinario y esquemático guión enriquecido por el oficio de un maestro en plena forma. No perjudican tampoco el elenco y unos valores de producción de primer orden.

LA MUJER SIN CABEZA (Argentina). Críptico estudio de personaje por esa cada vez más indescifrable pero siempre interesante genio llamada Lucrecia Martell.

HOW TO TRAIN YOUR DRAGON (Estados Unidos). Grata sorpresa me resultó este entrañable filme que nos invita a considerar, a través de una historia común de fantasía y aventuras, el cambio que sufriría nuestro mundo si nos atreviéramos a dejar de confundir lo desconocido con lo enemistoso.


INCEPTION (Estados Unidos). Sí es una cinta increíblemente bien lograda, deslumbrante en su factura y laboriosa en su estructura. No le voy a negar sus méritos. Con todo, tengo qué decir que no soy fan del cine de Christopher Nolan. Con la excepción de 'Memento' (que sigo encontrando su mejor trabajo) sus cintas me impresionan pero no me satisfacen. Me deslumbran pero no me mueven. Y al final me dejan con la incómoda sensación de haber visto algo a lo que le sobra precisión y le falta alma. De-mán-den-me.

TOY STORY 3 (Estados Unidos). Comienzo a encontrar un tic frustrante en las cintas de Pixar. Sé que probablemente yo no soy el público meta de su cine y sin embargo, me parece irritante la manera en la que, uno a uno, sus últimos trabajos dan un ligero vistazo a los sublimes terrenos que podrían explorar si se alejan de la convención... y luego se echan para atrás. Pero hay que agradecer la embarrada de brillantez. Es Pixar, al fin de cuentas. No queremos que renuncien a sus billones en taquilla, ni a su rutinario Oscar anual por Película Animada.

WINTER'S BONE (Estados Unidos). Sinceramente considero que el impacto que esta cinta ha logrado en la crítica norteamericana se debe más a un asunto cultural –a lo extraordinario del entorno y la realidad social que retrata– que a su verdadero poder, que existe y surte un efecto real pero muy lejano a lo que prometen sus laureles. Es un buen y muy competente thriller, situado en un contexto áspero e insospechado. Jennifer Lawrence, eso sí –y según lo prometido– se luce.

THE SOCIAL NETWORK (Estados Unidos). Fincher es otro cineasta que, como Nolan, tiene mis respetos reservados. Y si bien considero a 'The Social Network' como una cinta meritoria e interesante, no me parece ni la película de la década, ni le encuentro la relevancia o el insight que los periodistas le adjudican. La historia de la creación de Facebook es apasionante, sin duda. Pero creo que son mucho menos interesantes los pormenores de su nacimiento que los detalles de su permanencia en el mundo y lo que ha provocado en sus dinámicas sociales. Dicen que lo que se muestra en pantalla hace eco de lo segundo. Yo apenas lo ví. Lo que sí ví fue mucho diálogo astuto, mucha estética ultra-pulida, mucho buen ritmo y buena actuación. Mucho mérito, de ese que se percibe y aprecia pero no desata pasiones. O al menos, no las mías.

THE KING’S SPEECH (Inglaterra). Buena, bien realizada, encantadora. Y ya. La ‘Shakespeare in Love’ de este año. Cumplidora e irrelevante. Oscar bait en su máxima expresión.

TRUE GRIT (Estados Unidos). Llena de virtuosismo y compromiso en su realización, los hermanos Coen nos brindan este crowd pleaser producido por nada menos que Steven Spielberg. Una chambita muy bien hecha en donde los únicos apasionados fueron los actores.

NOTA: Como dato curioso –y emergente– estas seis películas están nominadas al Oscar este año como Mejor Película.



SCOTT PILGRIM VS. THE WORLD (Estados Unidos). Tal vez mi desprecio hacia este filme se deba a que de entrada nunca fui entusiasta ni de los videojuegos ni de los comics. De cualquier manera –y por razones que sinceramente aún no entiendo bien– me dejé envolver en la expectativa que rodeaba a la nueva producción de Edgar Wright. Que tenía canciones de Beck. Que la musicalizaba Nigel Godrich. Que era una game-changer. Largo etcétera y corte a: 'Scott Pilgrim vs. the World' es una película –y habrá quienes no le encuentren lo negativo a esto– constituida, más que por una historia, por una sucesión de viñetas, hiladas de chiste en chiste, que le piden a la audiencia aceptar la simpleza de sus fundamentos para poder entrar en el juego. La bonita metáfora sobre el bagaje emocional que se queda tras una relación, y le toca afrontar a cada persona nueva, se topa con el mal sorteado reto de tener que sostener, a manera de contenido, una hora y media de peleas y chistes y efectos especiales. La dolorosa realidad es que su significado se agota desde el primer ex derrotado. Y lo único que nos queda son mas peleas y mas chistes y mas efectos especiales. Creo que entiendo el bombástico festejo de humor, ingenio y guiños de ojo que Edwar Wright quizo y tal vez logró –para los ojos y sensibilidades de otros espectadores– con este trabajo. Para mi, su 'Scott Pilgrim' no es más que un larguísimo y sobreproducido chiste (que bien pudo ser una serie de webisodes de 15 minutos de duración sin sufrir mayores pérdidas). Lo siento. A mí me gustan las películas.


I LOVE YOU PHILLIP MORRIS (Estados Unidos). Sé que una película no me gusta cuando durante su transcurso comienzo a sentirme consciente del paso del tiempo. Sé que una película me desagrada profundamente cuando, tras una dolorosa y cuasi-lacrimógena desilusión, me doy cuenta de que apenas transcurrieron cinco minutos desde la última vez que revisé la hora en el reloj. I Love You Phillip Morris logró ambos escenarios, uno paulatinamente después del otro, y puso a prueba mi principio de nunca renunciar a la revisión de una cinta, por muy mala que la encuentre, una vez iniciada ésta. Con un creepy y mal ubicado Jim Carrey y un patético Ewan McGregor –que para interpretar a un hombre gay parece haberle robado manerismos a la Nicole Kidman de Moulin Rouge­– la realización de este filme parece proveniente de gente –Glenn Ficarra, John Requa, los directores– que aparentemente no tiene siquiera conocidos homosexuales, mucho menos una idea de lo que es un romance entre dos hombres, sea éste retratado en tono fársico o no.

A NIGHTMARE ON ELM STREET (Estados Unidos) Hace poco ví, por el puro placer del impulso nostálgico, la primera 'A Nightmare on Elm Street'. Cabe mencionar que en mis recuerdos era una mucho mejor y más efectiva película. Con un poco de dolor y embarazosa vergüenza me encontré con un trabajo que no ha envejecido muy bien y que sobrevive solo a base de un puñado de bien planteadas ocurrencias esparcidas aquí y allá a lo largo de su metraje. Luego pude ver el remake que produjo Platinum Dunes, la compañía auspiciada por Michael Bay que se dedica a rehacer– o deshacer, como se le quiera ver– cintas de horror de antaño. Digamos que la original, en comparación, es 'El Padrino' (con todo y que los efectos especiales de hoy en día son mucho mejores y que el soundtrack de esta nueva versión no está plagado de sintetizadores y risibles beats ochentosos).

1 comment:

d said...

Orden en el que veré las tres que más me intrigaron (teniendo en cuenta que solo he visto La Teta Asustada, The Kids Are All Right, Inception y Toy Story 3) :

1) Catfish
2) El Secreto de sus ojos
3) Rabbit Hole
*)Please Give

No puedo ver en qué podría servirle al crítico mi reacción, pero ahí está. Gracias. :)