8.20.2013

estreno



Es inusual y reconfortante la anticipación que ha despertado la llegada de esta tercera parte de la llamada Before Trilogy, que ha seguido a lo largo de casi 20 años y tres películas —bajo la dirección de Richard Linklater— los debrayes románticos y existenciales de un par de entrañables personajes; el norteamericano Jesse (interpretado por Ethan Hawke) y la francesa Céline (Julie Delpy), desde su primer encuentro en 1995 hasta el momento actual y decisivo en su relación.

Before Sunrise, la primera parte, encontraba a sus veinteañeros personajes viajando por Viena y enamorándose el uno del otro tras una idílica velada, pletóricos de la esperanza y la inocencia propios de su juventud. Es una película importante, no tanto por su retrato de ese primer amor que conecta a dos seres de manera indeleble —existente en infinidad de obras— sino en su entonces reveladora presentación de dos personajes que no eran muy específicos y cuya clara afinidad residía más que otra cosa en una inmensa y desbordante curiosidad por el mundo y sus misterios. El romance que Linklater proponía ya no era un fin por sí mismo, como en todas aquellas trilladas historias de antaño, sino nacía de una ineludible necesidad de compartir con el otro las preguntas de la vida. Before Sunset reunía a la pareja inesperadamente en las calles de París —nueve años más viejos, más sabios, más desencantados— tras no haber cumplido su promesa inicial de reencuentro; cada cual con su vida hecha y en medio de relaciones románticas que nunca superaron la esperanza que prometía aquella conexión mutua. Before Midnight, por su parte, presenta a los protagonistas en el pináculo de unas vacaciones en la costa de Grecia, enfrascados en un matrimonio tácito de casi una década, con dos hijas gemelas —mayormente ausentes en la narración— y en un momento de sus vidas que les presenta una serie de dilemas e inseguridades. Jesse teme que su hijo adolescente, fruto de su anterior y conflictivo matrimonio, no sólo carece de una figura paterna sino además comienza a desechar la necesidad de la misma, llenándolo de una impotente sensación de incapacidad parental; Céline, insatisfecha laboralmente, resiente los sacrificios personales que ha realizado en pos del beneficio de la familia y la carrera de escritor de Jesse. Lo que continúa es la crónica, enmarcada en la naturaleza conversacional que mostraban los trabajos anteriores, de la tensión que dichas presiones acumulan en ellos mismos y en su relación y que termina desembocando en una hecatómbica y necesaria –aunque tal vez fatal— crisis.

Resulta un poco desconcertante, mas sin embargo admirable, que el director lleve por primera vez de lleno a sus personajes a esos terrenos agrios que apenas habían alcanzado a rozar en sus anteriores momentos. El que ahora visitan Jesse y Céline ya no es más un romántico destino turístico sino un lugar ancestral 'lleno de mito y tragedia', que no es sino ese temido y forzoso pasaje en las relaciones en que el desacuerdo —y el drama— se apoderan del timón. La velada que les espera —que nos espera— es mucho menos idílica que las anteriores, pero igual de vital.

Hay que resaltar la manera en la que Linklater ha sabido utilizar los recursos con los que ha ido contando durante el desarrollo de sus tres cintas. Los suyos son filmes cada vez más pulidos; sus argumentos, así como el retrato de sus personajes, han ido aumentando de a poco su complejidad. Otro aspecto que sobresale son las interpretaciones tanto de Delpy como —por primera vez— de Hawke (hay que aceptar que antes daba la impresión de que ella se llevaba al chico de calle), porque finalmente cesa la sensación de que los actores no hacían otra cosa sino interpretarse a sí mismos. Brillan aquí los dos, en cambio, al verse forzados a llegar a los extremos más hirientes y vulnerables de sus personajes. Recordemos también que el director/escritor ha decidido compartir en sus últimas entregas el proceso de creación de guión con sus dos actores principales. Ésta ha sido quizás una decisión certera, que sumada a muchos otros aciertos convierten a esta trilogía, más que en un seriado, en un interesante experimento sobre el tiempo —el real y el narrativo, que se revela fascinante e inexorablemente, filme tras filme, en los físicos y psiques de sus protagonistas (y obviamente, su público)— y la manera en que éste afecta nuestra percepción del universo. Y lo hace de manera sincera porque es precisamente el tiempo el que nutre y curte las inquietudes de sus creadores.

Es cierto que Before Midnight recuerda por momentos a Certified Copy de Abbas Kiarostami, aunque la película de Linklater resulta, de igual manera y por derecho propio, una sobresaliente —aunque mucho más ligera y extrañamente cómica— exploración de la labor continua y a veces titánica que construye el ‘y vivieron felices para siempre’, revelando de paso eso que convenientemente ocultaron los cuentos de hadas con los que crecimos y que, nos guste o no, colorearon nuestra noción — a veces fantástica e ingenua, a veces perversa— del amor de pareja. Son las fantasías, precisamente, una de las muchas figuras que rondan la narración y hacen alusión a sus temas preponderantes: el paso del tiempo, la falibilidad de la percepción, la inevitabilidad de la ceguera, la efimeridad de nuestras vidas. Lo valioso de Before Midnight es que más que tratarse de un verosímil retrato de una pareja en pugna, habla —en conjunto con las otras dos cintas— de la relación estrecha que guarda nuestra necesidad de enamorarnos con el doloroso proceso de madurar. Nos enseña lo que pasa cuando el eco ensordecedor del amor comienza a dar cabida al tic-tac del reloj y a los rechinantes sacrificios —de ideas, de ambiciones, de tiempo, de libertad— que exige el mantenimiento de una familia. Jesse y Céline no son sino dos soñadores que, película tras película, han ido experimentando cada vez más la infiltración de la vida real en su ensueño compartido. Para nosotros como público atestiguar dicho proceso ha sido y probablemente seguirá siendo —si existen nuevas entregas— un placer. Y un aprendizaje.

En pocas palabras: Ciertamente una de las mejores películas que se proyectarán durante el presente año. La cereza —dulce y amarga— que se coloca en la cúspide de una saga que ha afrontado con mayor valentía en cada filme su manifiesta exploración —enternecedora mas nunca complaciente— del fenómeno del romance humano.

¿Te lo explico con estrellitas?

2 comments:

Thania said...

Me quedo con tu reseña! está escrita con todo. Espero que la película la supere :p

Beto M. said...

Es una gran película. Mil gracias, Thania.