Es inusual y reconfortante la anticipación que ha despertado
la llegada de esta tercera parte de la llamada Before Trilogy, que ha seguido a lo largo de casi 20 años y tres películas
—bajo la dirección de Richard Linklater— los debrayes románticos y existenciales de un par de entrañables personajes;
el norteamericano Jesse (interpretado por Ethan Hawke) y la francesa Céline
(Julie Delpy), desde su primer encuentro en 1995 hasta el momento actual y
decisivo en su relación.
Before Sunrise, la
primera parte, encontraba a sus veinteañeros personajes viajando por Viena y enamorándose
el uno del otro tras una idílica velada, pletóricos de la esperanza y la
inocencia propios de su juventud. Es una película importante, no tanto por su
retrato de ese primer amor que conecta a dos seres de manera indeleble
—existente en infinidad de obras— sino en su entonces reveladora presentación
de dos personajes que no eran muy específicos y cuya clara afinidad residía más
que otra cosa en una inmensa y desbordante curiosidad por el mundo y sus
misterios. El romance que Linklater proponía ya no era un fin por sí mismo, como
en todas aquellas trilladas historias de antaño, sino nacía de una ineludible necesidad
de compartir con el otro las preguntas de la vida. Before Sunset reunía a la pareja inesperadamente en las calles de
París —nueve años más viejos, más sabios, más desencantados— tras no haber
cumplido su promesa inicial de reencuentro; cada cual con su vida hecha y en
medio de relaciones románticas que nunca superaron la esperanza que prometía
aquella conexión mutua. Before Midnight,
por su parte, presenta a los protagonistas en el pináculo de unas vacaciones en
la costa de Grecia, enfrascados en un matrimonio tácito de casi una década, con
dos hijas gemelas —mayormente ausentes en la narración— y en un momento de sus
vidas que les presenta una serie de dilemas e inseguridades. Jesse teme que su
hijo adolescente, fruto de su anterior y conflictivo matrimonio, no sólo carece
de una figura paterna sino además comienza a desechar la necesidad de la misma,
llenándolo de una impotente sensación de incapacidad parental; Céline,
insatisfecha laboralmente, resiente los sacrificios personales que ha realizado
en pos del beneficio de la familia y la carrera de escritor de Jesse. Lo que
continúa es la crónica, enmarcada en la naturaleza conversacional que mostraban
los trabajos anteriores, de la tensión que dichas presiones acumulan en ellos
mismos y en su relación y que termina desembocando en una hecatómbica y necesaria –aunque tal vez fatal— crisis.
Resulta un poco desconcertante, mas sin embargo admirable,
que el director lleve por primera vez de lleno a sus personajes a esos terrenos
agrios que apenas habían alcanzado a rozar en sus anteriores momentos. El que
ahora visitan Jesse y Céline ya no es más un romántico destino turístico sino
un lugar ancestral 'lleno de mito y
tragedia', que no es sino ese temido y forzoso pasaje en las relaciones en
que el desacuerdo —y el drama— se apoderan del timón. La velada que les espera
—que nos espera— es mucho menos
idílica que las anteriores, pero igual de vital.
Hay que resaltar la manera en la que Linklater ha sabido
utilizar los recursos con los que ha ido contando durante el desarrollo de sus tres
cintas. Los suyos son filmes cada vez más pulidos; sus argumentos, así como el
retrato de sus personajes, han ido aumentando de a poco su complejidad. Otro
aspecto que sobresale son las interpretaciones tanto de Delpy como —por primera
vez— de Hawke (hay que aceptar que antes daba la impresión de que ella se
llevaba al chico de calle), porque
finalmente cesa la sensación de que los actores no hacían otra cosa sino
interpretarse a sí mismos. Brillan aquí los dos, en cambio, al verse forzados a
llegar a los extremos más hirientes y vulnerables de sus personajes. Recordemos también que el director/escritor ha decidido compartir en sus últimas
entregas el proceso de creación de guión con sus dos actores principales. Ésta
ha sido quizás una decisión certera, que sumada a muchos otros aciertos convierten
a esta trilogía, más que en un seriado, en un interesante experimento sobre el
tiempo —el real y el narrativo, que se revela fascinante e inexorablemente,
filme tras filme, en los físicos y psiques de sus protagonistas (y obviamente,
su público)— y la manera en que éste afecta nuestra percepción del universo. Y
lo hace de manera sincera porque es precisamente el tiempo el que nutre y curte
las inquietudes de sus creadores.
Es cierto que Before
Midnight recuerda por momentos a Certified
Copy de Abbas Kiarostami, aunque la película de Linklater resulta, de igual
manera y por derecho propio, una sobresaliente —aunque mucho más ligera y
extrañamente cómica— exploración de la labor continua y a veces titánica que
construye el ‘y vivieron felices para siempre’, revelando de paso eso que convenientemente ocultaron los
cuentos de hadas con los que crecimos y que, nos guste o no, colorearon nuestra
noción — a veces fantástica e ingenua, a veces perversa— del amor de pareja. Son
las fantasías, precisamente, una de las muchas figuras que rondan la narración y
hacen alusión a sus temas preponderantes: el paso del tiempo, la falibilidad de
la percepción, la inevitabilidad de la ceguera, la efimeridad de nuestras vidas. Lo valioso de Before Midnight es que más que tratarse de un verosímil retrato de
una pareja en pugna, habla —en conjunto con las otras dos cintas— de la
relación estrecha que guarda nuestra necesidad de enamorarnos con el doloroso
proceso de madurar. Nos enseña lo que pasa cuando el eco ensordecedor del amor
comienza a dar cabida al tic-tac del reloj y a los rechinantes sacrificios —de
ideas, de ambiciones, de tiempo, de libertad— que exige el mantenimiento de una
familia. Jesse y Céline no son sino dos soñadores que, película tras película,
han ido experimentando cada vez más la infiltración de la vida real en su
ensueño compartido. Para nosotros como público atestiguar dicho proceso ha
sido y probablemente seguirá siendo —si existen nuevas entregas— un placer. Y un
aprendizaje.
En pocas palabras: Ciertamente una de las mejores películas que se proyectarán
durante el presente año. La cereza —dulce y amarga— que se coloca en la cúspide
de una saga que ha afrontado con mayor valentía en cada filme su manifiesta
exploración —enternecedora mas nunca complaciente— del fenómeno del romance
humano.
¿Te lo explico con estrellitas?
2 comments:
Me quedo con tu reseña! está escrita con todo. Espero que la película la supere :p
Es una gran película. Mil gracias, Thania.
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